sábado, 28 de mayo de 2011

Evangelio comentado. Jueves Santo.

VENERABLE COFRADÍA DE PENITENCIA DEL SANTÍSIMO CRISTO DEL PERDÓN Y MARÍA SANTÍSIMA DEL ROSARIO EN SUS MISTERIOS DOLOROSOS. CÁDIZ.


            Hoy es Jueves Santo, el comentario sobre el Evangelio de San Juan nos lo ofrecen desde la web ciudadredonda.org

         Estamos en vísperas de la Estación de Penitencia de Nuestra Cofradía, por ello dentro de unas horas volveremos a dar testimonio público de Fe por la calles de Cádiz y acompañaremos al Stmo. Cristo del Perdón y María Stma. del Rosario en sus Misterios Dolorosos, orgullosos de portar el hábito de nuestra Hermandad.

Desde la Junta de Gobierno, queremos agradecer a todos los que vamos a formar parte del cortejo procesional de una u otra forma, vuestra devoción y cariño que le tenéis a nuestra querida Cofradía.

A todos, buenas Estación de Penitencia.


      Compartir el pan y beber de la misma copa eran gestos muy elocuentes en tiempos de Jesús. A través de ellos se establecía una profunda comunión con los demás y con la naturaleza. El pan y el vino, frutos de la tierra y del trabajo de los hombres, se convierten en alimento después de un proceso de transformación. Tienen que morir los granos de trigo y las uvas del racimo para que nazca el pan blanco y el vino rojo. Cuando Jesús entrega a sus discípulos estos dones, les está anticipando su final y, al mismo tiempo, les está ofreciendo un programa de vida: “Vosotros podéis ser alimento para los demás si aceptáis ser molidos (como los granos) o triturados (como las espigas)”. En esto consiste la eucaristía. Por eso, como nos recuerda la carta a los Corintios, cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz proclamamos la muerte del Señor hasta que él vuelva, reproducimos el sentido de su vida entregada.

¿Entendemos esto cuando celebramos la eucaristía? Si lo entendiéramos, ¿cómo podemos preguntar, una y otra vez, “para qué sirve la eucaristía”? ¡Sirve para vivir! Es el símbolo y la fuente de la vida. Sin entrar en comunión con el Cristo que se da somos incapaces de dejarnos triturar en el lagar de la vida, nos resistimos a todas las muertes y no encontramos sentido a nada de lo que hacemos. Sin eucaristía, nuestra existencia se reduce a una exhibición estéril.

Como hoy no estamos muy adiestrados en descifrar símbolos, el evangelio de Juan nos ofrece una traducción eucarística apta para todos los públicos. Vive la eucaristía quien reproduce la vida de Jesús, que no ha venido a ser servido sino a servir. Por eso, en el Jueves Santo, se coloca ante nuestros ojos el icono del Jesús que lava los pies a sus discípulos. El Señor se convierte en siervo y los siervos en señores. La conclusión es clara: También vosotros debéis lavaros los pies unos a otros.

Os propongo una parábola:

En un encuentro comunitario, el Abad confesó con sencillez a los monjes:
Cuando yo era adolescente, tenía la ambición de ser el primero en todo: quería ser el más guapo, el más listo, el más alto, el más rico, el más joven, el más bueno, el más sabio.

Pronto descubrí que esta ambición me quitaba la vida, pero no sabía qué hacer, porque veía que no es posible renunciar al ideal sin traicionarse y me parecía que ser el primero era, sin duda, el ideal.

Tardé mucho en comprender que el ideal está en ocupar el último puesto, que es el puesto del servicio y, por lo mismo, del amor. Esto dio un sentido nuevo a mi vida.

Ahora caigo en la cuenta de que pretender el último puesto es demasiado para mí, porque ese sitio se lo ha reservado el Señor, y él no lo cede, aunque sí lo comparte con quien se lo pide. Yo se lo pido, muy consciente de que no lo merezco, y me siento feliz. ¡Ahora, vivo!
        


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Un abrazo en Xto y María del Rosario.
     
        Ana Moreno Galvín
      - Vocal de formación -