lunes, 24 de enero de 2011

Mi Cuaresma, vivencias.Por nuestro amigo y cargador Juan Cortes.

         Con este nuevo apartado de nuestro blog, queremos mostrar  como viven y sienten  la Cuaresma  todos nuestros amigos, cofrades, capataces,  cargadores, músicos, etc etc, en definitiva amigos de la Semana Santa y de la gran familia de la cuadrilla del Perdón. Vivencias e improntas personales de nuestra cuaresma  y Semana Mayor en todos sus aspectos.Todo el que desee expresar lo anteriormente comentado y quiera ser publicado en este blog rogamos lo hagan vía correo electrónico. cuadrillacristodelperdon@hotmail.com

 ESTA PRIMERA COLABORACIÓN NOS LA OFRECE NUESTRO QUERIDO AMIGO Y CARGADOR JUAN CORTES BENITEZ,







EL SENTIDO DE LA PASIÓN 

      « Si la pasión, si la locura no pasaran alguna vez por las almas… ¿Qué valdría la vida? ». Cual guión magistralmente escrito por el célebre dramaturgo español Jacinto Benavente, concomita con cada primera luna llena posterior al equinoccio de primavera sobre las tres de la madrugá, en la cual; la pasión se transforma en locura de sentimientos íntimos retenidos en el interior de un trono de caoba barroco y que a medida que transcurre  se va convirtiendo en un haz de arte y corazón por personas, que sin pedir nada a cambio,  unidas entre si por el valor único de la amistad y la Fé ; realizan, casi de forma onírica; la mayor de las entregas en enmienda espiritual, reflexionando y rezando sobre sus preocupaciones mas profundas;  para la pronta venida de un puesto de trabajo que alivie el repecho económico por el que están pasando, para ese familiar que lucha por un ápice de salud o para esa mujer que no consigue su estado de buena esperanza. Es entonces cuando, paradójicamente, el sufrimiento de la madera clavada por esa calle Santiago con los tobillitos “pegaitos” cobra sentido con cada golpe de horquillas, ahondando en tu memoria  las precariedades de la vida. Dejando atrás un túnel oscuro, pero necesario en el camino, da paso  la alegría y la bulla de tambores y trompetas que inundan de euforia y motivación, corroborando las palabras de aquel filósofo que afirmaba que…«Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas». San Agustín de Hipona.
      Sin más preámbulos, el bajel añejo va cursando aguas de la manera más majestuosa, elegante y gaditana posible, en ese va y ven de olas de un campo sureño sosegado y tranquilo, acaecido por el andar del señor del Pópulo, bajo esa algarabía que va formando por la cuesta novena y alrededores, la cual se torna en llano gracias al esfuerzo de hombros con hombros y a las frases de aliento y coraje que solo yendo debajo se puede explicar.
      Embriagados de furor y júbilo, en un éxtasis propio de la iluminación mística de un filósofo con su obra, se llega al ecuador de la andadura en una plaza de Mina en la cual ya todos saben que: ¡LLEGÓ LA HORA! esperando con ansias enfilar el recto de San Francisco, mientras de fondo suena la marcha Nazareno del Amor dando paso a Al Señor de la Salud. Como un despertador de emociones a flor de piel, el pueblo se vuelca con su Cristo y los hombres que se alojan bajo el manto de  María del Calvario  «…y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público». Mateo 6: 4b.
      La madrugá va dejando paso al amanecer en una calle Nueva pero atávica a su vez, repleta de multitud esperan poder contemplar el perdón de Cádiz “clavao” en el firme, simplemente escuchando el golpear de sus maniguetas. Los dos pasitos atrás enchufan el “mecio” suave hacia la redención y al perdón de los pecados.
     Sin querer y con el pasito muy lento, resignados se abarcan hacia su barrio trimilenario sintiendo el latido de la historia de Cádiz. En mitad de la cuesta Fray Félix se hace presente la estampa difusa de un Rubio de aspecto grueso, notablemente emocionado contemplando el fondear de su Cristo en la esquina del Obispo.
     Con la iluminación del reflejo del sol en la tez compasiva y tierna de Luís Ortega Bru se da “al cielo” a sabiendas de que todo iba a ser consumado. Sacando fuerzas de flaquezas los cuatro palos se pegan formando un bloque cual si sus vidas dependieran de ello. Es entonces cuando estalla la locura de sentimiento y tradición en una ciudad que ni sus gentes ni sus cargadores pareciera acatar el final del recorrido. Con el hálito justo y el alma recompensada del buen hacer, es alojado en su templo no sin antes recordar que: «Las grandes pasiones son enfermedades incurables. Lo que podría curarlas las haría verdaderamente peligrosas».Johann Wolfgang Goethe.

                                                                                                                         Juan Cortés
        Miembro Cuadrilla Cargadores Stmo. Cristo del Perdón.